EL HOMBRE QUE ARREGLA NIÑOS "ROTOS"

EL HOMBRE QUE ARREGLA NIÑOS «ROTOS»

Bruce Perry es uno de los psiquiatras infantiles más respetados del mundo. En su libro “El chico a quien criaron como perro” recoge las experiencias acumuladas en 25 años de tratamiento a niños traumatizados y víctimas de abusos. Estos son algunos de sus consejos.

La primera vez que el doctor Perry toma contacto con uno de sus pacientes se limita a intentar romper la barrera de la desconfianza tomando unos lápices de colorear y dibujando en un cuaderno. A menudo el niño pierde el miedo y termina acercándose al médico para tener una conversación que será el principio de un tratamiento. Bruce Perry es jefe de Psiquiatría del Hospital de Niños de Texas (en EE.UU.) y acumula una larga experiencia en el tratamiento de niños víctimas de abusos sexuales, malos tratos o testigos del asesinato de sus padres.

En “El chico a quien criaron como perro”, Perry revela, con la ayuda de la periodista Maia Szalavitz, su receta para intentar arreglar el cerebro de estos niños traumatizados y minimizar el estrés que les acompañará de por vida. En su trabajo día a día con los casos más extremos, Perry ha aprendido cuáles son los ingredientes fundamentales para que el cerebro de un niño madure y se desarrolle de forma saludable, ingredientes como el afecto o las interacciones personales a los que a menudo no damos la importancia que se merecen. A continuación la entrevista al Dr. Bruce Perry:

Una vez un policía le dijo en el escenario de un crimen que los niños lo aguantan todo.

Los niños son moldeables. Ellos aprenden y son mucho más influenciables que los adultos. El mejor ejemplo es su capacidad para aprender nuevos idiomas. Pero la misma biología que te hace aprender tan rápido también te hace más vulnerable a cualquier trauma.

Leyendo su libro le imagino a usted como un relojero que intenta averiguar en qué momento del tiempo se ha parado el cerebro de un niño traumatizado.

Nunca lo había pensado así, pero me gusta esa imagen. Con muchos de estos niños intentamos comprender si el momento en que sufrieron esa experiencia traumática afectó a la maquinaria de su cerebro. Hemos pasado los últimos diez años tratando de desarrollar maneras de conseguir un historial preciso de los niños para poder ver tanto las cosas buenas que les han pasado como las malas. Y cuando lo obtenemos podemos entender a los niños mucho mejor.

¿El cerebro es como una máquina del tiempo?

La manera en que yo lo imagino es como las capas de un yacimiento arqueológico, que van desde la superficie hasta las capas inferiores. Así es como se desarrolla el cerebro, un poco desde abajo hacia arriba, y puedes encontrar diferentes funciones que te dicen cosas sobre estas etapas mentales. Por eso hablamos de neuroarqueología, el cerebro almacena estos pequeños fósiles de experiencias y nosotros somos como arqueólogos que intentamos excavar allí y encontrar estos fragmentos del pasado.

“El cerebro almacena pequeños fósiles y nosotros somos como arqueólogos que intentamos excavar allí”

¿Y cuál es la etapa de desarrollo más importante y cuando más daño puede causar un trauma?

Debido a que el cerebro se desarrolla de esta manera secuencial, las partes más internas son como los cimientos de una casa. Es realmente sólido. Desde que estás en el útero hasta el primer año de vida si tienes buenas experiencias y tu cerebro se desarrolla normalmente puedes soportar mucho más estrés. En cambio, si ese primer año va mal, puedes hacer cosas bien después, pero tendrás una casa muy bonita sobre unos cimientos muy inestables. Y eso es lo que les pasa a muchos de estos niños.

Por eso incluso ser cuidado por perros puede ser mejor que no ser cuidado en absoluto…

Eso es. El cerebro es parte del cuerpo. Y algunas de las cosas que el cerebro necesita para crecer son simples estímulos sensoriales, como el contacto. Las interacciones humanas complejas influyen en cómo se desarrolla el cerebro. Si el contacto procede de un perro, tu cerebro crecerá, de manera diferente, pero será mejor que si te abandonan completamente solo. Los chicos con los que trabajamos y han sido realmente aislados socialmente en sus primeros meses de vida suponen un gran desafío y los progresos con ellos son muy lentos.

Hábleme de Mamá P., la mujer que le enseñó que los abrazos pueden ser curativos.

Casi todos los que han leído el libro me preguntan por ella, y supongo que es porque se trata de un personaje muy atractivo. Ella es cercana, es independiente, hace lo que piensa que está bien y casi siempre acierta. La conocí cuando estaba empezando y como muchos jóvenes profesionales yo estaba muy seguro de mí mismo… Ella estaba cuidando a algunos de los niños que yo trataba y se negó a que le diera medicina a uno de ellos. Así que termine cediendo y al final le fue mejor sin medicación y desarrollamos un respeto mutuo entre los dos.

Su método cambia con cada niño, es muy buena leyendo las necesidades del niño, puede decir si tiene siete años y necesita contacto o si tiene cuatro y necesita independencia. Tiene mucha experiencia, es muy buena observadora y de alguna manera deja que los niños le guíen. Porque si pasas tiempo con los niños y solo te sientas y esperas, terminan diciéndote qué necesitan o qué desean.

Usted siempre se sienta a colorear con los niños en primer lugar, ¿qué consigue con eso?

Si te fijas en lo que la gente escribe en sus poemas o lo que reflejan en sus esculturas o pinturas, es algo de su interior, sobre quiénes son. Y una de las cosas que sabemos es que, de una manera o de otra, la forma en que juegas, pintas o hablas termina revelando quién eres. Cuando dejas a los niños la libertad de dibujar pueden salir algunas de las cosas buenas pero también algunos de sus miedos y sus malas experiencias.

Cuando pintan tienden a recrear cosas con las que están luchando. He visto a niños recrear el asesinato de sus padres muchas veces. Ya sabes, están jugando con dos muñecos y les oyes “pum, te maté”. Curiosamente esta forma de revisar una experiencia traumática, de una manera en que ellos tienen el control, les puede ayudar mucho.

Y es algo que algunos terapeutas habrán intentado impedir o frenar.

El grupo de gente que se decida a esto ha crecido mucho en los últimos 25 años, que es el tiempo en que me dedico a esto. La cosa ha mejorado, pero antes había una visión mucho más estrecha de cómo hacer este tipo de trabajo. Por ejemplo se decía que no debías abrazar a los niños o tocarlos, pero si un niño te quiere dar un abrazo no lo puedes apartar, debes ser afectivo, ser una persona real. Tampoco podíamos ir al entorno de los niños, debían ser ellos los que vinieran a la consulta, como “seres superiores”.

Eso ha cambiado mucho. Aún hay muchos terapeutas de la vieja escuela, pero como los niños no evolucionan con estas estrategias se están imponiendo otras, como las de quienes trabajan con arte, con movimiento o con animales. A veces, utilizar un perro o un caballo es realmente útil con estos niños.

¿Qué importancia tiene la manera en que se forma el cerebro en estos casos? ¿Qué es el modelo neurosecuencial de terapia?

No es tanto una terapia como una aproximación. Intentamos crear un proceso que ayude al médico a tener un buen historial sobre que paso mientras el niño crecía y ayudamos a que se haga una idea de cómo es la arqueología de ese cerebro. Puede que un niño de 15 años, debido a lo que le ha sucedido en el pasado solo tenga las habilidades sociales de un niño de 5 años. Si esperas que actúe como uno de 15, eso no va a ocurrir nunca.

Así que debes ir a buscarlos donde ellos están socialmente. Y lo que es un desafío es que puede que un chico tenga 15 en lo que se refiere a música y cultura, o 5 en interacciones sociales y 8 en cuanto a controlar sus impulsos. Esto hace que los padres o profesores lo tengan muy difícil.

Puedes continuar leyendo la entrevista en la Segunda página aquí.

Acerca de Aleja

"El trabajo sobre sí mismo está en no mirar, ni juzgar a los demás, sino comprender que todo lo que está a mí alrededor, está en mi interior".

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