Las paredes tienen recuerdos. Algunas palabras se tornan en maldiciones, hay palabras capaces de traer maleficio, reforzar la desgracia, evocar la mala suerte y atraer la infelicidad; así como hay otras con la luminosa propiedad de bendecir. Saber separar y usar unas y otras es el comienzo de la sabiduría.
En Cábala, el ho’oponopono pronunciar una palabra repetidas veces, es crear para sí mismo un decreto dentro del cual se puede evolucionar o pudrirse.
El entorno en el que vives, en especial tu casa, tiende a absorber, almacenar y reverberar las palabras de tus hábitos mentales y transmutarlos en seres vivientes de baja energía o un ser angelical a depender de tu propia atmósfera emocional.
Ten en cuenta que las palabras asumen la dirección que la intención y las emociones les imprimen, es en la sustancia y no en la exacta forma que descansa su fuerza; es momento de refinar para que la luz pueda fluir.
Sé responsable de tu lengua, para no ser esclavo de tus palabras. Bendice en lugar de maldecir. Observa en todo momento no emitir juicios y palabras que no deseas se materialicen en tu mundo.
Las palabras disonantes generan dificultades y sufrimiento, mientras que las expresiones de alegría y belleza atraen beneficios para todos.
No olvides que el mundo se crea constantemente mediante el verbo, sonidos vibraciones, frecuencias, colores, todo es energía, ¿cómo quieres usarla?
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