La forma en que el pasado se entrelaza con el presente influye mucho en nuestras vidas. Aquí, la madre se destaca como una influencia vital en el crecimiento emocional de sus hijos. Cada interacción, cada palabra, y cada gesto deja una huella profunda en la psique de los pequeños. No es de sorprender entonces que, en algunos casos, la relación con la bebida en la edad adulta se teja en los hilos de las vivencias con la madre en la infancia.
Detrás de las adicciones está casi siempre, el conflicto no resuelto con mamá y desde esta relación insana, una fuerte desvalorización interna fruto de sobreprotecciones, rechazo explícitos o implícitos, humillaciones, manipulaciones, control.
Muchas veces de adulto nos vemos repitiendo los mismos patrones que de infancia nos causaron tanto dolor. Sucede que las heridas emocionales también se heredan de una generación a otra cuando no han sido resueltas.
El alcoholismo es una herida muy profunda. No es por placer, no es por diversión, es por sentir una profunda desconexión con nuestra alma que se refleja en el vacío interior, por carencias emocionales que nos hacen querer «escapar» de nuestra realidad de tristeza y dolor. Es un deseo de evasión, porque el dolor interno es demasiado fuerte. Es una manera equivocada de buscar «apoyo» para encontrar la anhelada paz.
El estado de infelicidad interna, el no tener herramientas ni conocimientos para salir de una adicción genera la codependencia y la adicción generan en nuestro cuerpo la estimulación de diferentes neurotransmisores que producen placer como la dopamina, la serotonina o las endorfinas. La persona busca en este acto adictivo una llamada de atención, que mamá lo rescate, ser víctima para que lo amen.
Lo cierto es que tenemos la capacidad de generar estos neurotransmisores de forma natural, sin embargo, las personas adictas buscan sobre-estimular estos centros neurológicos a través de sustancias que acaban terminando con sus nuestra vida.
Está comprobado que un cambio de vida, trabajar en nuestro amor propio, el aceptarnos, buscar metas, nuevos proyectos y el sentirnos amados y apoyados por nuestros seres queridos ayudan a que la persona enferma salga de este estado de abandono y soledad.
Las adicciones buscan evadir el presente, porque el sufrimiento interior es demasiado. Las adicciones, en un gran porcentaje son conflictos no resueltos con nuestra madre. «Es mi manera de solicitar ayuda de mamá de la forma equivocada». «Como yo no expreso mis emociones, busco llamar la atención para ser atendido, visto, amado, acogido». El alcoholismo es el rechazo hacia uno mismo, es un gran sentimiento de desvalorización en donde «permanezco como un niño». El entorno no confía en mi, no soy capaz de asumir responsabilidades porque me ha faltado el cariño de mamá.
En muchas ocasiones, las personas alcohólicas, fueron hijos no deseados, aunque haya sido por un segundo. Por lo tanto, aunque luego sean hijos muy queridos, queda una emoción guardada en el inconsciente que le dice a la persona: tu padre, tu madre no te ama, todo el amor que te demuestra es falso. Por lo tanto, la persona busca hacerse daño y ser víctima para retar al padre o la madre a «que lo amen».
Es un tema transgeneracional, ya que puede ser incluso por lealtad que la persona caiga en una adicción por amor a un familiar que ha sido excluido por la misma razón, bien el miedo a afrontar situaciones negativas en el plano afectivo, por miedo a ser herido. «Es mi forma de evadir el ser adulto responsable y a enfrentar mi vida». El gesto de «beber» es el mismo gesto que hace un bebe al amamantar, es el placer oculto de querer sentirse «pegado a mamá», el alcohol posee grandes cantidades de azúcar, que se transmite el deseo de beber la «dulzura de mamá».
Lo importante es comprender que la sanación es posible. A través de un trabajo personal y profundo, se puede reconectar con la alegría de vivir, perdonarse a uno mismo y perdonar las carencias que se hayan experimentado desde la infancia. No hay personas malas, solo personas que atraviesan un sufrimiento. Para sanar los síntomas, es esencial reconocer el dolor, liberarlo y transformarlo en una experiencia diferente, libre de dolor o trauma.
«El camino hacia la sanación implica reconocer y liberar el dolor del pasado para poder vivir el presente con plenitud y alegría».