Tener un hijo es uno de los regalos más grandes que puede recibir una mujer, pero no todas saben expresar su amor de manera asertiva. Hay madres que, intentando proteger a sus hijos, se comportan de forma demasiado sobreprotectora o controladora, de manera que terminan limitando sus potencialidades.
Cuando esto ocurre, se puede hacer referencia a “madres tóxicas” ya que, en vez de contribuir al desarrollo de sus hijos, se convierten en un obstáculo que afecta profundamente su equilibrio emocional.
Muchas madres no se comportan de forma tóxica a propósito. En ocasiones las causas de ese comportamiento se hallan en la infancia que ellas mismas tuvieron. Cuando profundizamos un poco en su historia, encontramos que durante su niñez fueron controladas en exceso por sus progenitores o que estos las humillaban, maltrataban o se mostraban distantes emocionalmente.
Como tenemos la tendencia a imitar el estilo educativo con el que crecimos, la historia se repite otra vez, pero en esta ocasión la víctima se convierte en verdugo. Se trata de un ciclo en el que la madre pone en práctica las formas de educar y amar que le inculcaron en su niñez, porque son las únicas que conoce. Aunque resulta curioso que muchas de estas madres afirman que jamás les harían a sus hijos lo que les hicieron a ellas pero, sin darse cuenta, terminan adoptando el repertorio de comportamientos que tanto aborrecían.
En otros casos, las conductas de las madres tóxicas se deben simplemente a determinados rasgos de su personalidad. Por ejemplo, puede tratarse de mujeres tan dominantes y fuertes que necesitan mantener todo bajo control, de personas que piensan que expresar los sentimientos es un signo de debilidad y prefieren marcar las distancias emocionales o de madres narcisistas demasiado volcadas sobre sí mismas. En cualquier caso, en la base de esos estilos educativos casi siempre existe una gran inseguridad ya que esos comportamientos son una forma para reafirmarse y ganar en seguridad.
Se trata de madres que denigran activamente a sus hijos y son hipercríticas ya que sienten celos de los logros de estos. El problema es que ven a sus hijos como rivales, por lo que les declaran la guerra, de forma abierta o encubierta. Generalmente recurren a armas como la culpa y la vergüenza. En vez de reforzar la confianza del niño e inspirar su potencial, piensan que es injusto que tengan éxito cuando ellas no lo han tenido. Como resultado, intentan aplastar sus victorias, haciéndoles sentir mal o culpándoles por su propio fracaso.
Muchas madres critican de manera muy represora a sus hijas, porque en el fondo desearon varones. Las personas que han crecido con una madre así suelen tener una autoestima muy baja y a menudo se sienten culpables, incluso por cosas que no dependen de ellos. También suelen sentir que son indignos de cualquier logro, por lo que intentarán quitarse méritos.
Estas madre se niega a reconocer que su hijo es una persona independiente, con una personalidad propia y capacidad para tomar decisiones. Básicamente, el hijo se convierte en una extensión de ella misma, y debe estar dispuesto a hacer todo lo que ella desee. Estas madres pretenden controlar cada aspecto de la vida de sus hijos, incluso lo que deben pensar y sentir. Normalmente imponen esas reglas: «es por tu propio bien, porque solo una madre sabe lo que es mejor para su hijo».
El resultado de ese control excesivo suele ser una persona terriblemente insegura, que vive con una sensación de impotencia perenne. Y es que la madre, al no validar sus palabras y comportamientos durante la infancia, le inculcó la idea de que no era capaz de tomar las decisiones por sí mismo y confiar en su juicio.
Una madre toxica va a combinar la sobreprotección con la represión violenta, por un lado acaricia, y por otro golpea cinco veces. Existen madres que enferman a sus hijos. Esto es muy fácil de identificar, ya que el niño suele ser muy débil o enfermizo. Uno de los problemas fundamentales de los hijos de madres toxicas, es que por más daño que estas les hagan, las siguen amando. Una forma tóxica de ser madre es escogiendo las parejas de sus hijos, en base a los que estas madres desean para sí mismas, y no respetan la elección de sus hijos.
«La sobreprotección, es un tipo de violencia silenciosa»– Enric Corbera
Se trata de madres que están muy preocupadas por las apariencias y las opiniones de los demás, que mantienen una conexión superficial con sus hijos porque están demasiado centradas en sí mismas. Vistas desde fuera, pueden parecer madres modelos, pero lo cierto es que sus hijos se convierten en una auténtica Cenicienta. Por ejemplo, si el hijo llega con un problema y necesita el apoyo de la madre, es probable que esta le diga: “tú no sabes lo que son realmente los problemas”, y comienza a hablar de los suyos, haciendo caso omiso de las dificultades y conflictos del hijo.
Este tipo de comportamientos es muy desconcertante ya que los niños esperan que sus madres les brinden apoyo pero, en vez de eso, se encuentran subordinados a su ego, sometidos a una gran presión. Una madre narcisista pedirá atención y adoración pero por mucho que su hijo se esfuerce, nunca logrará complacerla. Estas personas, al llegar a la adultez, terminan viviendo con miedo a que sus palabras o actos puedan ofender a otros y a menudo establecen estándares demasiado altos para sí mismos, que generan una tensión innecesaria en sus vidas.
Se trata de madres que optan por ignorar los logros de sus hijos. Si estos hacen algo por hacerla sentir orgullosa, simplemente hacen caso omiso del esfuerzo, intentan minimizarlo o lo dan por descontado. Por ejemplo, si el hijo llega con un regalo, en vez de agradecérselo, se limitan a decirle que era su deber. El problema es que los niños están programados desde inconsciente biológico para buscar la aprobación y el amor de las madres, porque de no ser así están fuera del clan y en peligro de muerte, por lo que crecer sin su atención es muy dañino. Como resultado, las personas que han tenido una madre así se convierten en adultos que dudan de sus necesidades emocionales, se sienten indignos de atención y tienen una profunda necesidad de ser amados y validados.
Una madre tóxica reflejará todas sus carencias en sus hijos, hará de ellos un depósito de frustraciones. Un hijo es poco probable que reconozca la toxicidad de su madre. Ella lo crió, para él es lo normal. La crítica de una madre toxica es persistente y constante, casi su único dialogo, aunado a caricias complacencias y mimos. Una madre tóxica es una mezcla de arpía criticona, junto con dulce y tierna señorita, es letal esta combinación. Las madres toxicas son mujeres con muy baja autoestima, que la aumentan a base de bajar la autoestima de sus hijos.
Hay madres tan tóxicas que solo viven de criticar a sus hijos, y los esfuerzos que emplean son siempre sesgados y mínimos. Una madre tóxica niega el esfuerzo y generaliza la crítica.
Las madres distantes emocionalmente están presentes físicamente y le proporcionan a su hijo los cuidados que necesita pero no le brindan afecto. Se trata de madres inaccesibles, desconectadas emocionalmente, que no responden con empatía a las emociones de sus hijos bridándoles la confianza y la seguridad que necesitan para crecer.
Lidiar con una madre inaccesible emocionalmente puede ser muy difícil para un niño ya que estos comportamientos generan malestar y confusión. De hecho, se ha demostrado que incluso puede afectar la composición química a nivel cerebral ya que el intercambio afectivo es fundamental para estimular los receptores de cortisol en el niño, los principales encargados de absorber y amortiguar las hormonas del estrés. Por eso, estas personas pueden tener problemas para lidiar con el fracaso y las decepciones, así como sentirse culpables por ser felices y agobiarse con responsabilidades para compensar la ausencia emocional.
El hecho de que una madre tenga comportamientos tóxicos no significa que no ame a sus hijos, sino que no sabe cómo relacionarse de una forma asertiva y empática con ellos. Por eso, es importante que aprendas a lidiar con este problema. ¿Cómo hacerlo?
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Fuente: Rincón de la Psicología
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