La envidia se manifiesta como un sentimiento de resentimiento, disgusto o celos por lo que otra persona ha conseguido y quien es propio del sentimiento se siente con alguna limitación para obtener.
La envidia que parte de un amigo, es una de las más tóxicas, porque pocas veces será identificable, nadie se siente orgulloso de sentir envidia y mientras pueda evitar ser descubierto, mejor. Pero en el caso de los amigos, ellos por lo general tienen un grado de influencia en nosotros, son libres de opinar o de “ayudarnos” a resolver algunas cosas, y consciente o inconscientemente, podrían estar saboteando nuestras acciones por sus deseos ocultos.
Son pocas las personas que sienten real satisfacción con los logros de los demás e inclusive muchos pueden alegrarse ante nuestros problemas, incluyendo a nuestros amigos y enemigos. Cada quien quiere resaltar o en su defecto, le molesta que sea otro el que obtenga el éxito… Mientras todos estén medianamente nivelados, las cosas fluirán mejor para la mayoría, de acuerdo a las percepciones egoístas.
Cuando alguien comienza a destacarse en cualquiera de sus ámbitos, los que lo miran a su alrededor, a menos que ubiquen un beneficio asociado a ese despegue, por lo general van a estar deseando que quienes le rodeen estén bien, pero no mejor que ellos. Son pocos los que honestamente a corazón abierto pueden mostrar alegría por el bien que consiguen los otros.
Podemos ver a una mujer recién divorciada, que se siente mal por la decisión tomada, diciéndole a su mejor amiga lo bien que está y toda la lista de cosas que le recomienda no soportar de su marido, esto por poner un ejemplo súper básico, pero que ocurre con mucha frecuencia. Por eso al escuchar a nuestros amigos, debemos colocar muchos filtros, porque sus recomendaciones pueden estar alineadas solamente a lo que a ellos les hace sentir mejor o les conviene de alguna manera.
La envidia es muy frecuente y se manifiesta de mil maneras, su energía siempre es negativa y muchas veces el que la siente ni siquiera se siente en capacidad de reconocerla. La mayoría de alguna manera vive comparando sus vidas con las de otros y sintiéndose superiores a algunos e inferiores a otros.
Si invirtieran esas energías en crecer, en enamorarse de su vida, no tendrían que estar tan pendientes de los acontecimientos de la vida ajena y probablemente su calidad de vida mejoraría considerablemente.
Fuente: Rincón del Tibet