Cuenta una leyenda oriental que las personas destinadas a conocerse tienen un hilo rojo atado en sus dedos. Este hilo nunca desaparece y permanece constantemente atado, a pesar del tiempo y la distancia. No importa lo que tardes en conocer a esa persona, ni importa el tiempo que pases sin verla, ni siquiera importa si vives en la otra punta del mundo: el hilo se estirará hasta el infinito pero nunca se romperá.
Este hilo lleva contigo desde tu nacimiento y te acompañará, tensado en mayor o menor medida, más o menos enredado, a lo largo de toda tu vida. Así es que, el Abuelo de la Luna, cada noche sale a conocer a los recién nacidos y a atarles un hilo rojo a su dedo, un hilo que decidirá su futuro, un hilo que guiará estas almas para que nunca se pierdan. La leyenda versa así:
«Hace mucho mucho tiempo, un emperador se enteró de que en una de las provincias de su reino vivía una bruja muy poderosa, quien tenía la capacidad de poder ver el hilo rojo del destino y la mandó traer ante su presencia. Cuando la bruja llegó, el emperador le ordenó que buscara el otro extremo del hilo que llevaba atado al meñique y lo llevara ante la que sería su esposa. La bruja accedió a esta petición y comenzó a seguir y seguir el hilo.
Esta búsqueda los llevó hasta un mercado, en donde una pobre campesina con una bebé en los brazos ofrecía sus productos. Al llegar hasta donde estaba esta campesina, se detuvo frente a ella y la invitó a ponerse de pie. Hizo que el joven emperador se acercara y le dijo: «Aquí termina tu hilo», pero al escuchar esto el emperador enfureció, creyendo que era una burla de la bruja, empujó a la campesina que aún llevaba a su pequeña bebé en brazos y la hizo caer, haciendo que la bebé se hiciera una gran herida en la frente, ordenó a sus guardias que detuvieran a la bruja y le cortaran la cabeza.
Muchos años después, llegó el momento en que este emperador debía casarse y su corte le recomendó que lo mejor era que desposara a la hija de un general muy poderoso. Aceptó y llegó el día de la boda. Y en el momento de ver por primera vez la cara de su esposa, la cual entró al templo con un hermoso vestido y un velo que la cubría totalmente… Al levantárselo, vio que ese hermoso rostro tenía una cicatriz muy peculiar en la frente.»
Según la leyenda del hilo rojo, el dedo más pequeño de tu mano no es donde termina esta vital conexión con tu corazón. Del meñique se desprende un invisible hilo rojo que lleva la impronta de tu alma y te conecta de forma definitiva y profunda con los hilos de otras personas, es decir, con sus corazones.
Aquellos que estén atados por un hilo rojo están atados por la fuerza de la vida misma; están destinados a encontrarse y vivir una historia de mutuo aprendizaje y ayuda sin importar el tiempo, la distancia o las circunstancias que los separen. A lo largo de la vida el hilo puede extenderse o enredarse, alejándonos momentáneamente de esa o esas personas, pero nunca puede romperse.
Esta concepción de la vida, el destino y las relaciones humanas nace de una concepción holística del mundo, en donde nuestra energía y fuerza vital se ramifica más allá de nuestro cuerpo y nos une al universo y a los seres que hay en él. El hilo rojo es una forma de comprender al ser humano como parte de un todo, de una red de vida que se nutre de las relaciones, el dar y el recibir; que cobra sentido cuando comprendemos por qué estamos en la vida de alguien o de qué manera podemos ayudarle en su camino
Todos tenemos a ese amor al que jamás podremos olvidar. A esa persona a la que siempre volveremos y amaremos con el alma. Pase lo que pase, la vida siempre nos volverá a juntar.