Un día dejé de creer que estaba enferma y sané, un día dejé de creer que no merecía nada y la abundancia me abrazó.
Dejé de creer que no merecía amor y me amé, dejé de darle poder a todo aquello que me sometía, y ese día fui libre. Y fue cuando por fin entendí que todo lo que mi mente cree, es lo que en mi realidad se convierte.
Entendí que todo estaba en mí, en mi manera de pensar, de sentir, de hablar, en mi actitud… y que todo lo de afuera era fiel reflejo de lo que adentro había.
Fue entonces que cambie, dejé de hacerle caso a los demás y empecé a hacerme caso a mi misma y empecé a escuchar mi corazón.
Comprendí que el único ser que puede cambiar mi vida, siempre fui yo y siempre seré yo, porque no hay nadie externo a mi que me haga feliz.
Y desde entonces mi vida se convirtió en un constante milagro. Una realización divina llena de armonía, de paz y sobre todo de aceptación.
Y por fin pude ser feliz, no por lo de afuera, sino por lo que yo decidí pensar, sentir y hacer.
Es por eso que hoy elijo cambiar mis creencias, después de todo, como hemos visto, estamos viviendo en un mundo en el que hacemos lo que creemos.
Para hacer algo diferente debemos creer en algo diferente. Piensa en todas las realidades alternativas que podrían surgir si nos deshiciéramos de nuestras creencias convencionales.
En una realidad fractal -lo que está arriba es como lo que está abajo-, no puede existir un organismo evolucionado sin que primero existan células evolucionadas.