Tú que me has juzgado por haber cambiado, tan grande como el cielo a la tierra, tú que me has juzgado por ya no ser la persona que antes era, tú que me has juzgado por tener ideas extrañas, por ser distinto, por ser alguien anómalo.
El día de hoy te digo con todo mi amor que me enorgullece ser diferente, no ser igual al resto; porque soy un ser único y singular en el universo, al igual que tú lo eres, y también los demás.
Quizá te preguntes: ¿qué me ocurrió?, pues yo te diré que; «sólo se despertó mi conciencia dormida y dejé de seguir al rebaño, para empezar a buscar en mi interior, mi auténtica verdad».
Tú que me has juzgado y me has dicho que he cambiado, porque me han “lavado el cerebro”, con mucho amor te digo, que es mi propio corazón el que está sacando la basura desde adentro.
Entonces te preguntas ¿qué si he leído libros? Te diré que sí, ¿qué si he asistido a charlas? Te responderé que sí, ¿qué si tuve un guía espiritual? Pues sí. Todo eso es cierto, pero de todos ellos voy sacando las herramientas para llegar a mi propia verdad.
No se trata de agregar más conocimientos, ni de adquirir nuevos dogmas; se trata de llegar a la esencia más simple y pura de las cosas.
Tú que me has puesto la etiqueta de «ingenuo», de «conspiranoico», de “idealista”. A ti te digo con todo mi amor que no me estoy “escapando de la realidad”, como tú has dicho.
La verdad es que me he encontrado con la realidad desde otro ángulo, alejada de los pensamientos negativos que inundan mi cabeza.
He aprendido a escucharme, a escuchar más a mi silencio y a sentir mi corazón. Eso es todo lo que ha pasado mi querido amigo.
Tú que me has catalogado de “orate”, de “loco», de «extravagante» o de “rebelde”, a ti te digo con todo mi amor, que no hay nada de malo en ser diferente.
Lo triste es perder nuestra identidad y nuestra esencia, por uniformarnos como el resto y actuar de la misma forma que actúa la mayoría, porque si no te comportas como los demás, no serás aceptado, y serás visto como yo, «alguien raro».
Querido amigo, he dejado de mirar hacia afuera, hoy me guío por lo que dicta mi corazón y en ese centro he encontrado mi ancla.
Tú que me has llamado “soñador”, porque según tú el mundo nunca va a cambiar. Con todo mi amor te digo que esa es tu propia creencia, no esperes que yo crea lo mismo que tú, así que no me intentes traspasar tus creencias. A mi no me importa imponer mi punto de vista ni tener la razón.
Yo respeto en lo que crees y tu verdad, pero hoy en mi corazón estoy sintiendo, como esta realidad la podemos transformar si la empezamos a teñir con nuestro amor infinito.
Así que te pido que no intentes definir quién soy. No he cambiado como quien se cambia de ropa para seguir una moda temporal. No necesito ningún disfraz, pues esta transformación es definitiva y ya no hay vuelta atrás.
Yo he decidido ya no vestirme de más personajes, tampoco voy buscando otros trajes, porque día a día me voy acercando a la verdad desnuda de mi alma, de la naturaleza y el bien para la humanidad.
Yo he cambiado de pensamientos, de creencias, de doctrinas; y he tomado conciencia de que hay una verdad mucho más grande y divina, que está fuera de las barreras de nuestra mente.
Yo tomé conciencia que la dicha más pura y auténtica brota del centro de nuestro ser, que tan sólo había estado dormida por mucho tiempo y que ahora por fin recuperé.
«Yo no cambié, sólo desperté»
-Aleja Bama-