Desde el punto de vista simbólico, las personas que engordan, en realidad lo que hacen es protegerse de los demás, o de algún tipo de situación o trauma instaurado en su cabeza.
En la obesidad no se acumula masa ósea, ni muscular, ni se agranda ningún órgano, ni se llena ninguna cavidad de aires malignos. Lo único que se acumula bajo la capa de la piel es una cantidad de grasa (energía estancada) que no se va a usar y se retiene una cantidad de líquido (emociones tóxicas), que el organismo no puede eliminar.
Las células del cuerpo de una persona obesa, obedecen una orden de acumular grasa, y como sea, de no soltarla, no quemarla. Centrándonos en la grasa, ésta podría considerarse como un elemento comodín que el cuerpo, obediente como marinero a las órdenes del patrón, el inconsciente, las sitúa estratégicamente con distintas intenciones, tantas como obesos. Tres ejemplos:
Desde la perspectiva de Naska Groppaglio, la obesidad, así como la delgadez, las jorobas, etc. se utilizan para integrarse en el “clan familiar”.
Cuando no hay suficiente espacio en familias con muchos hijos, cuando uno nace no deseado, del sexo opuesto al esperado, es posible que el cerebro más primitivo encuentre estrategias de supervivencia que responden a estos patrones. También hay personas que establecen su prioridad en el ahorro, en no gastar ni un centavo.
Son las personas que no invierten, sólo acumulan. La obesidad podría ser un síntoma de esa disposición, del miedo a que le falte.
Como un seguro a todo riesgo, donde la grasa es el seguro detrás de la obesidad también puede haber una madre dominante, posesiva, que ejercía un control estricto sobre su alimentación, sus pensamientos, sus sentimientos y su creatividad. En este sentido, la obesidad representa una oposición inconsciente a la autoridad materna que abusó de nosotros.
Un ejemplo puede aclararlo:
Una niña empezó a engordar para que su madre la quisiera y se preocupara de ella como de su abuela que había enfermado y ahora estaba en su casa robándole toda la atención.
Alejandro Jodorowsky dice que cuando uno sufre un abuso, eso se sigue repitiendo. Hay que eliminar de la mente el símbolo del abuso y romper la fijación con un acto psicomágico.
En este caso le recetó que comprara tantos kilos de huesos para perros como los que ella tenía en estos momentos de sobrepeso. Llevar toda esa carga en una carretilla hasta el cementerio donde estaba enterrada su abuela y decirle: –abuelita, estos kilos son tuyos, no son míos, me libero de esta carga. También debería llevar miel para endulzar y que no fuera un acto hostil.
Una noticia apunta que el estómago puede actuar como un segundo cerebro. Se ha descubierto toda una red neuronal de entorno a cien millones de neuronas en el conducto intestinal.
De esta manera, lo que se conoce como sentimiento intestinal es el nudo en el estómago que todos conocemos. A riesgo de equivocarnos, podemos pensar que en este rudimentario cerebro el hambre de amor, de atención y de ternura… lo satisfacemos con exceso de alimento.
Otra noticia habla de una especie de interruptor biológico de la obesidad, que ofrece la posibilidad de manipular la presencia o ausencia de grasa en zonas anatómicamente estratégicas del cuerpo. Ese interruptor se activa sobre todo por el estrés crónico.
Este hallazgo explicaría porqué hay personas que durante sus vacaciones, pese a los habituales excesos del verano, pueden llegar a perder peso al alejarse temporalmente de sus presiones y preocupaciones cotidianas.
La última de las noticias que vamos a comentar es una especie de programación enferma que advierte que pronto habrá una epidemia de cáncer de estómago en los países desarrollados, según han alertado expertos en esta patología.
Para estos expertos, la causa de este incremento podría tener relación con la obesidad. (recordemos que las programaciones acaban por cumplirse). Sería interesante y sobre todo positivo, complementar lo que los especialistas médicos aconsejan respecto a dietas y ejercicios para sanar la obesidad, con una mirada diferente a la misma, entendiendo la obesidad como un mensaje que el cuerpo nos manda para sanar lo que hay en su raíz.
Debemos preguntarnos:
-Salomon Sellam-
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