Cuando dejas de sentir carencias, todas las cosas vuelven a ti. Cuando cesas de pelearte con el mundo, todos se acercan para hablarte de amor.
Cuando aceptas, transformas y cuando te atreves a intentar lo nuevo, desaparecen los condicionamientos y el mundo te sorprende.
Cuando te vuelves blando como el agua, penetras todos los poros de la tierra y cuando comienzas a mirarte, desaparece el mundo entero.
Cuando dejas ir lo que no es para ti, ese vacío atrae lo que realmente te pertenece. Porque cuando te pierdes, te encuentras.
Cuando te decides, esa determinación encuentra a quién eres, y te susurra lo que quieres. Cuando renuncias a la guerra, ganas la batalla.
Cuando aquietas tu mente, todo un Universo se pone a tus pies. Cuando no te apresuras, todo se acerca hacia ti.
Cuando te das cuenta que no tienes que controlarlo todo, el mundo se acomoda a sí mismo. Cuando eliges no reaccionar, cambia el resultado.
Cuando aceptas los cambios y la incertidumbre, dejas de sufrir. Cuando te vuelves humilde, todo el mundo te pertenece.
Cuando te encuentras a ti mismo, cesa la búsqueda. Cuando abrazas tu dolor, lo conviertes en amigo. Cuando te vuelves consciente, aparece el Dios del Universo.
Cualquier destino, por largo o complicado que parezca, consta en una realidad, de un solo momento. El momento en que el hombre sabe para siempre quien es.