Primero que nada, quiero que sepas que el darme cuenta que quererte no era suficiente no fue para nada fácil. Siempre se nos ha enseñado que el amor es más fuerte que cualquier otra cosa. Nos lo dicen las películas, los libros, los cuentos de hadas. Incluso yo era de las personas que creían que el amor lo podía todo. Pero me dí cuenta que no, y acepté que en nuestro caso el amor no fue suficiente. No bastó con sentir que el corazón me latía tan fuerte que casi se salía cuando tus brazos me rodeaban, ni tampoco lo fue pensar que, al fin, había encontrado a la persona con la que pasaría el resto de mi vida.
Yo quería seguir a tu lado, despertar contigo en las mañanas, que me tomaras la mano al salir de casa; quería seguirte deseando ‘buenas noches’ antes de que apagaras la luz, incluso si ibas a dormir justo a lado mío. Y, aunque suene extraño, también quería otras cosas que no eran tan buenas como seguir ignorando ese vacío en tu mirada o la forma en que mirabas a otras chicas cuando íbamos por la calle.
Me negué a preguntarte cosas que sabía, porque no quería escuchar tus respuestas a preguntas como qué tan sería era nuestra relación, si acaso teníamos un tipo de exclusividad o, peor aún, si lo que sentías por mí era amor verdadero. Ese fue uno de los peores errores que cometí, porque dentro de mí algo me decía que debía salir de allí. El amor no siempre es sencillo. Pero hoy sé que lo que sentía por ti no era amor, o al menos no era amor verdadero. Y no te ofendas por favor. He comprendido que el amor nunca quita, al contrario, el amor siempre da y sin pedir nada a cambio.
Han pasado los años y he madurado. Fue inevitable que tú te quedaras atrás. Pero no siempre todo fue tan sencillo como lo es ahora ni siempre fui la persona que soy ahora. Hubo meses difíciles en los que me sentía perdida, en los que me ahogaba y desaparecía entre mi propia angustia y los pensamientos que tanto me aterraban. Sabía que un día te irías lejos y no tenía idea de cómo controlar el miedo que sentía de perderte.
El proceso fue largo. Me tomó meses, y tal vez si no hubiera tenido tanta fuerza de voluntad, me hubiera tomado años. Pero un día decidí que era hora de pensar en mí. Recuerdo que muchas veces me acusaste de tomar la decisión equivocada, de ser egoísta y de negarme a ver la realidad. ¿Sabes algo? Tus palabras tuvieron un efecto contrario al que deseabas y fue gracias a ellas que un día desperté a mi realidad.
Tú sólo te amabas a ti mismo, y yo no podía continuar entregando algo que ni siquiera tenía para mí misma. ¿Cómo podía amarte si ni siquiera me amaba yo? No era posible. Ahora comprendo que no se puede amar a alguien sin antes amarte a ti misma, con los defectos pero también con todas las virtudes que te hacen ser lo que eres.
Nunca voy a olvidar el día en el que fui lo suficientemente fuerte como para decidir lo que antes tanto miedo me había causado. Fue como haberme liberado, como romper las cadenas y abrir la puerta que por mucho tiempo había permanecido cerrada. Aunque te parezca extraño, quiero agradecerte, porque fue por esta experiencia que viví contigo que aprendí a valorarme y amarme como siempre debí haberlo hecho. Quiero que lo sepas. Incluso cuando el destino te llevó por un camino diferente al mío.
Espero que tú también hayas cambiado y que las chicas que la vida puso a tu lado hayan sabido diferenciar entre lo real y lo falso de tus palabras.
Te quise y no me arrepiento, porque supe que a pesar de todo seguía siendo lo suficientemente humana como para ser capaz de amar. Incluso si no eras para mí.
-Teresa Donoso-
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