Los nuevos comienzos son una constante durante toda nuestra vida porque estamos involucrados en una dinámica en la que todo se mueve y todo cambia para renovarse constantemente. Cada día que amanece, cada año que inicia, cada etapa de nuestra vida, implican un nuevo comienzo.
El miedo es el principal enemigo al momento de comenzar de nuevo. Es normal. Sin embargo, los peligros a veces solo existen en nuestra imaginación. Muchas veces lo más preciado está precisamente al otro lado de los miedos.
Necesitamos coraje para admitir que fracasamos. También valor para entender que ningún fracaso es definitivo. Necesitamos fortaleza para aceptar que esa persona ya no está, que no volveremos a verla jamás, aceptarlo para poder dar el primer paso y emprender un nuevo camino.
Los errores son grandes maestros que siempre nos nutren. Hay que aprender a convertir las equivocaciones en fuente de sabiduría. La transformación acontece por sí sola cuando hay plena consciencia y aceptación. ¿Por qué? porque en estado de lucidez cualquier ser humano resulta ser su mejor versión.
A continuación te dejamos un texto hermoso para reflexionar sobre los acontecimientos de la vida, y para sobrellevar momentos difíciles. Recuerda que después de la tormenta, siempre sale el sol.
Diálogo con Dios
Yo: Hola Dios.
Dios: Hola
Yo: Me estoy desmoronando. ¿Me puedes volver a armar?
Dios: Preferiría no hacerlo.
Yo: ¿Por qué?
Dios: Porque no eres un rompecabezas.
Yo: ¿Qué pasa con todas las piezas de mi vida que se caen al suelo?
Dios: Déjalos allí por un tiempo. Se cayeron por una razón. Déjalas estar allí un rato y luego decide si necesitas recuperar alguna de esas piezas.
Yo: ¡No lo entiendes! ¡Me estoy rompiendo!
Dios: No, tú no entiendes. Estás trascendiendo, evolucionando. Lo que sientes son dolores de crecimiento. Estás desprendiéndote de las cosas y las personas en tu vida que te están reteniendo. No se están cayendo las piezas. Las piezas se están poniendo en su lugar. Relájate. Respira profundamente y deja que esas cosas que ya no necesitas se caigan. Deja de aferrarte a las piezas que ya no son para ti. Deja que se caigan. Déjalas ir.
Yo: Una vez que empiece a hacer eso, ¿qué me quedará?
Dios: Solo tus mejores piezas.
Yo: Tengo miedo de cambiar.
Dios: Te sigo diciendo: ¡NO ESTÁS CAMBIANDO! ¡ESTÁS CONVIRTIÉNDOTE!
Yo: ¿Convirtiéndome, en quién?
Dios: ¡Convirtiéndote en quien yo creé para que fueras!
Una persona de luz, amor, caridad, esperanza, coraje, alegría, misericordia, gracia y compasión.
Te hice para mucho más que esas piezas superficiales con las que has decidido adornarte y a las que te aferras con tanta codicia y miedo. Deja que esas cosas se te caigan. ¡Te amo! ¡No cambies! ¡Conviértete! ¡No cambies! ¡Conviértete! Conviértete en quien quiero que seas, en quien creé. Voy a seguir diciéndote esto hasta que lo recuerdes.
Yo: Ahí va otra pieza.
Dios: Sí. Deja que sea así.
Yo: Entonces… ¿no estoy roto?
Dios: No, pero estás rompiendo la oscuridad, como el amanecer. Es un nuevo día. ¡¡Conviértete!! ¡¡Conviértete en quien realmente eres!!”
Una vez que la tormenta termine, no recordarás como lo lograste, como sobreviviste. Ni siquiera estarás seguro si la tormenta ha terminado realmente. Pero una cosa si es segura, cuando salgas de esa tormenta, no serás la misma persona que entró en ella.