Quien comete un error y no lo corrige, está cometiendo otro error. Poder reconocer los errores es el primer paso para aprender de ellos y crecer. Aceptar los errores y pedir disculpas son algunas de las acciones más difíciles para los seres humanos, quizás por orgullo, o por temor a las consecuencias, por ego o por el qué dirán.
Todos cometemos errores, los hemos cometido y los seguiremos cometiendo. Cuando cometemos un error debemos hacernos cargo, analizarlo, solucionarlo y posteriormente aprender de él. Tenemos que ser responsables de nuestros actos sin culpar a nadie más, asumiendo nuestra propia falta.
Pero, ¿qué pasa cuando no podemos reconocer nuestros errores? No ser capaces de aceptar que nos equivocamos nos impide madurar y crecer. El que no ha fallado alguna vez probablemente sea porque no ha arriesgado. Cuando somos incapaces de reconocer nuestros errores, minimizando lo sucedido y desestimando sus consecuencias, estamos cometiendo más errores sin reparar el daño que hemos ocasionado.
Aquel que es incapaz de reconocer sus errores no ha aprendido nada. Admitir y reconocerlos debería ser algo natural para poder ser mejores personas. Aceptar y reconocer es señal de asumir responsabilidades y de madurez.
¿Quiénes son los que niegan sus errores?
- Personas que no arriesgan: Las personas que dicen no haber cometido errores, seguramente no han arriesgado mucho y se mantienen en su zona de confort.
- Personas narcisistas: Los que no son capaces de reconocer los errores suelen tener personalidades narcisistas, siempre quieren tener la razón y culpan al otro para no mostrarse inferiores. Quieren dar la imagen de perfección.
- Personas rígidas: Las personas muy rígidas que no comprenden la consecuencia de sus actos y no admiten sus errores, no son capaces de aprender ni evolucionar de forma correcta y sana.
Algunos son incapaces de demostrar su vulnerabilidad y no están dispuestos a asumir sus equivocaciones de una forma natural porque no quieren ser vistos como débiles. Otros no reconocen los errores por temor al qué dirán. Para este tipo de personalidades, el reconocimiento ajeno les es muy importante porque una mala opinión les puede hacer mucho daño.
Siempre culpan a los demás
La respuesta inmediata es: ¡Yo no fui! Si bien es una expresión repetida muchas veces por los niños, aún hay adultos que la utilizan aunque quizás no la expresen tan literalmente. Al cometer el error, es más fácil hacer responsable a otra persona.
Culpando a otros de los propios errores, en cierta manera, lo estamos haciendo porque no tenemos la madurez suficiente para reconocerlos. Es más fácil actuar como víctimas, incapaces de asumir culpas y nos reconocemos como perfectos.
¿Cómo poder aceptar el propio error?
- Aceptar: Reconocer y asumir un error es el comienzo del proceso de aprendizaje. Aceptar es crecer para avanzar, sin los errores no existiría aprendizaje.
- Analizar: Lo ideal es observar el error, analizarlo y preguntarse para qué nos sirve, qué de positivo podemos rescatar y cómo hacer para remediarlo.
- Aprender: Es un proceso que dura toda la vida y para aprender hay que aceptar. Sin errores no existiría el aprendizaje y si no aprendemos de ellos, los seguiremos repitiendo.
- Solucionar: Todos podemos cometer errores que pueden dañar a los demás o, incluso, herirnos a nosotros mismos. Cuando cometas un error no te juzgues, perdónate, reconoce tu falta y pide disculpas.
Hacerlo es un enorme acto de valentía. El acto de disculparse y pedir perdón por nuestros errores nos hace más humildes, ya que aceptamos que no somos infalibles, y que cometemos errores más seguido de lo que pensamos.
Reconocer los errores para perdonar a los demás
Durante nuestra vida tendremos que perdonar más de una vez, y tarde o temprano, nosotros también vamos a necesitar que alguien nos perdone. Se dice que el verdadero amor se demuestra en tres momentos clave: en el fracaso, la enfermedad y el perdón.
Si usted no es capaz de perdonar, puede ser que esa persona sea menos importante para usted que su orgullo.
Por otro lado, cuando cometemos un error solemos justificarnos minimizando la situación en cambio, cuando alguien nos hace daño lo atribuimos a su personalidad y damos por hecho que fue su culpa.
Esta situación tan necia, nos aleja absolutamente del perdón. Perdonar no es solo un noble gesto hacia el otro sino también lo es para uno mismo.
Perdonar a los demás también nos beneficia
El perdón es una de los sentimientos más sanadores y liberadores, ya sea perdonarse a sí mismo como a los demás. En algún momento todos nos hemos visto en la situación de perdonar o ser perdonados, hacemos cosas que dañan a los demás y nos hacen cosas que nos causan daño, consciente o inconscientemente.
Puede ser que se tenga una idea equívoca sobre el «perdón», se piensa que si perdonamos a alguien le estamos dando la razón o estamos justificando a la persona que nos lastimó que perdonar es olvidar, dar menos importancia a lo que sucedió, renunciar a sí mismo, dar algo para el otro. Pero nada más lejos de la realidad; El perdón es para nosotros y para nadie más.
Perdonar es aceptar lo ocurrido, liberarse de los sentimientos negativos para no quedar anclado a lo tóxico y seguir adelante con la vida. Perdonar a los demás es perdonarse a uno mismo.
“Los hombres que no perdonan a los demás sus pequeños defectos jamás disfrutarán de sus grandes virtudes”. – Khalil Gibran