¿Cuántas veces en el ajetreo de la vida adulta nos sentimos abrumados por el tiempo escaso, los compromisos acumulados y las tareas pendientes? Vivimos en una era donde la prisa y la urgencia se han vuelto compañeras constantes en nuestro día a día, y nuestros niños, hijos, no son ajenos a este ritmo vertiginoso. Desde temprana edad, se ven inmersos en un mundo donde el tiempo vuela y las responsabilidades se acumulan.
En un mundo acelerado, enseñar a nuestros hijos a hacer una pausa, a encontrar paz y serenidad, se convierte en una tarea crucial para formar individuos equilibrados, conscientes y capaces de navegar con gracia en las aguas turbulentas de la vida. La calma no solo es un regalo para ellos, sino también una hermosa herencia que les permitirá enfrentar los desafíos con una perspectiva más pausada y serena.
Regálale Calma
De Álvaro Pallamares
– Quiero regalarle algo a mi hijo y no sé qué.
– Regálale calma.
– ¿Cómo calma?
– Como suena, así tal cual, calma: cuando tu hijo se altere, regálale calma, cuando se estrese regálale calma, cuando haya una situación difícil regálale calma, cuando pase algo grave regálale calma.
– Pero… cómo le ofrezco calma cuando yo me altero?
Por eso es un regalo, es algo que tú te esfuerzas en obtener y no siempre tienes, no es lo que te sobra, uno a quien ama no le regala lo que le sobra. Uno a quien ama le regala lo más preciado, le regalamos el tiempo y la energía que invertimos en crecer como seres humanos para estar en condiciones de regalar calma cuando se avecine la tormenta.
Ofrecerle a nuestros hijos calma puede ser el mejor presente que podamos brindarles. Así como una planta necesita agua y cuidado para florecer, nuestros hijos necesitan de nuestra capacidad de mantener la calma en los momentos de adversidad. Es un regalo que va más allá de lo material y se convierte en una herencia invaluable que perdurará a lo largo del tiempo.
En esta agitación constante, encontrar un momento para reflexionar, respirar y simplemente ser, parece una tarea titánica. Tanto los pequeños como nosotros, como adultos, enfrentamos dificultades para generar espacios de calma y serenidad en nuestras vidas cotidianas, a pesar de lo fundamentales que son para nuestro bienestar físico y emocional.
No siempre es fácil brindar calma cuando nosotros mismos estamos agitados, pero es en ese desafío donde radica el verdadero valor de este regalo. Requiere dedicación, práctica y autoconocimiento para cultivar la calma en nuestro interior y ser capaces de compartirla con quienes amamos. Es un regalo en constante crecimiento, pues cada vez que enfrentamos una situación con calma, fortalecemos ese vínculo especial con nuestros hijos y les mostramos el camino hacia la resiliencia.
Cuando nuestros hijos se enfrentan a situaciones complicadas, es natural que nuestros propios sentimientos se agiten, pero es en esos momentos precisos cuando nuestro regalo de calma se torna invaluable. Es una elección consciente que hacemos, una voluntad de encontrar el equilibrio interno y ser un faro de tranquilidad para aquellos que más amamos.
Además, en el proceso de aprender a regalar calma, descubrimos que también la cosechamos. Nos transformamos en seres más pacientes y compasivos, capaces de encontrar la calma en medio de la tormenta. A través del tiempo y la dedicación que invertimos en cultivar esta virtud, encontramos una profunda conexión con nosotros mismos y con nuestros hijos.
En esta danza de regalar y recibir, descubrimos el poder transformador de la calma y el impacto positivo que puede tener en nuestras vidas y en la de nuestros seres queridos. Así que, sin dudarlo, regalémosle a nuestros hijos el tesoro de la calma, un regalo que perdurará a lo largo del tiempo y les guiará en cada paso de su camino.
«Si no estamos en paz con nosotros mismos, no podemos guiar a otros en la búsqueda de su propia paz». -Confucio
Por Aleja Bama