La Reencarnación es la vía que tiene todo espíritu para adquirir experiencias que le conduzcan a la evolución. Como toda la Creación se fundamenta en la justicia, así contamos con la reencarnación para tener la opción de saldar el karma contraído.
¿Cómo podría haber justicia en una sola existencia carnal? Es casi imposible, por esta causa vemos injusticias a nuestro alrededor, pero si lo observáramos con una óptica más amplia en un marco de infinidad de existencias, seguramente entenderíamos que el sufrimiento de un espíritu en una determinada reencarnación se debe a que su karma contraído antaño necesita de estas experiencias para liberarse.
Guías espirituales antes de que se produzca una nueva reencarnación, estudian con nosotros la hoja de ruta a seguir. Son muchos los aspectos que entran en juego, pero fundamentalmente la hoja de ruta dispone la coincidencia de deudores y adeudados para saldar el karma contraído.
Nuestros guías iluminados por la sabiduría y el entendimiento, son capaces de orquestar un marco perfecto donde interactuemos con otros espíritus encarnados para que se produzca el ansiado encuentro que nos libere.
Aún así, que quede claro que siempre contaremos con libre albedrío para seguir la hoja de ruta o para alterarla a voluntad. Sin embargo, en la hoja de ruta queda también establecida una línea maestra, de la que difícilmente nos podamos abstraer.
Se trata de los karmas ineludibles a los que nos hemos de someter sí o sí, previa aceptación por nuestra parte antes de que se produzca la reencarnación.
Esta línea maestra no está sujeta a modificación alguna, puesto que en ella intervienen otros guías espirituales de otros espíritus a reencarnar a los que se les fija también la misma línea maestra.
Esta línea es fundamental que se lleve a cabo, porque es la causa fundamental de nuestra encarnación. Es lo que se suele denominar como «misión», y puesto que la hemos aceptado previamente habremos de someternos a la consecución de la misma.
Nuestros guías conocedores de nuestras necesidades evolutivas, así como de nuestros condicionamientos kármikos, buscan el sitio adecuado para que se desarrolle la vida terrena. Esto no tiene por qué ocurrir en este planeta, ya que siempre quedan otras opciones a valorar. ¡Sí!, existe vida en otros planetas del Universo físico que cuentan con niveles vibratorios más o menos elevados según se plantee la necesidad.
También buscan el momento idóneo para la reencarnación. Teniendo en cuenta que deben establecer coincidencias de localización y tiempo para que se produzcan las interacciones oportunas que desencadenen la oportunidad de saldar karmas.
Como hemos visto, en caso de una línea maestra estaremos avocados a un desenlace previamente pactado y aceptado que no se podrá eludir.
Puedo ponerles ejemplos que aclaren sus consciencias a este respecto. Pongamos por caso que un espíritu en una existencia sufre la muerte por manos de otro. Luego existe un karma contraído que ha de saldarse antes o después.
Es entonces que nuestros guías establecen antes de reencarnar de acuerdo con los guías del otro actor, si es momento de saldar ese karma. Si así fuera, y hubiera un acuerdo tácito entre las partes implicadas, se establecería el momento y el lugar propicio para tal fin.
Por otro lado, puede que se establezca por su imperativo para la evolución de ambas partes como línea maestra determinante en esa existencia concreta. Luego habremos reencarnado con esa misión «ineludible».
Por eso muchas veces, la mayor parte de ustedes observa un desenlace de esta magnitud y se horroriza por el mismo. Pero si dejáramos a un lado nuestros impulsos mentales a este respecto, veríamos que todo tiene un por qué.
Existe siempre una causa que fundamente ese efecto aparentemente incomprensible para nuestras mentes limitadas.
¿Cómo se produce la reencarnación?, ¿cuáles son los mecanismos que la fundamentan?, ¿en qué momento se hace efectiva?. Bien, para responder a estas preguntas, previamente demos por hecho que el estudio y análisis global de nuestros guías determina que por nuestras necesidades evolutivas hemos de reencarnar en un determinado tiempo y lugar. Tomamos entonces una madre eventual para esta existencia.
Como espíritus que somos, esperamos el momento que se produzca la fertilización del óvulo, y en cuanto se genere el embrión, descendemos hasta él. Este proceso es muy doloroso para el espíritu, puesto que sufre una contracción energética importante, en mayor o menor medida según sea nuestro estado vibratorio.
Los primeros días el espíritu va tomando contacto con el embrión, y a medida que éste se va desarrollando el espíritu va ocupando su lugar.
El proceso puede llevar de unos pocos minutos a varios días, pero nunca prolongándose más de una semana. Es entonces cuando el espíritu transfiere en su totalidad su energía sutil, que viene condicionada por su karma y por su naturaleza (carácter adquirido), junto a la hoja de ruta a cumplir.
La forma que va adquiriendo el feto es el resultado de estas energías necesarias para desarrollar nuestro papel en esta reencarnación. El feto aún mantiene su consciencia espiritual mientras está sujeto al vientre materno. Estos 9 meses son fundamentales para que su energía sutil vaya dando forma a la carne y a la mente del individuo.
Con el nacimiento, el nuevo individuo sufre ya definitivamente el dolor de la reencarnación, y queda sometido a la vivencia de la experiencia evolutiva. Sin embargo, el reencarnado mantiene hasta los siete años aproximadamente un contacto más o menos directo con la Realidad espiritual de la Creación.
En estos primeros años el niño es capaz de percibir aún retazos de la realidad porque su kundalini aún no se ha asentado a la altura del hueso sacro de la columna vertebral. Y como un fuego serpentino colea por el canal medio hasta las alturas del séptimo chakra, que se encuentra por encima de nuestras cabezas.
Esta energía Madre de la Creación nos mantiene aún en conexión directa con la Realidad espiritual, amándonos y protegiéndonos para que el proceso no se desvirtúe de lo pactado. Alrededor del séptimo año la energía kundalini desciende totalmente a lo largo del canal medio quedando enrollada en estado latente a la altura del hueso sacro (hueso sagrado).
En este momento perdemos la conexión con la Realidad y pasamos a los brazos de la mente.
Esto coincide con la solidificación del hueso de la fontanela en la cabeza del niño. Se suele decir que el niño ya es consciente, pero la Realidad apunta a una pérdida de Consciencia casi absoluta, pero necesaria para poder vivir el papel que traemos preparado por nuestros guías
Ahí queda la kundalini recogida en estado latente y esperando que le prestemos atención a través de la meditación para que con su despertar el fuego serpentino de nuestra Madre ascienda procurando nuestro despertar espiritual. Este será el camino de reconocimiento definitivo de lo que somos. Que nos conducirá al encuentro de nuestro Padre.
Hemos de abrir nuestro corazón para percibir la Creación como un conjunto ilimitado de interacciones entre infinidad de espíritus donde la Justicia impera por encima de todo.
No existe casualidad alguna, todo está perfectamente orquestado de manera «causal».