Todas las Almas que encarnan en la Tierra o en planetas de tercera dimensión, desde antes deciden y planifican su misión de vida. Cada Alma en esta vida tiene un plan diseñado por su Ser Superior (para algunos el Yo Superior o Gran Espíritu), el cual las guía a realizar desafíos a cumplir.
Algunas vienen para aprender cosas que no pueden en otras partes o para experimentar algo. Es digamos la misma razón por la cual una persona ve películas o juegos que no puede experimentar de otra manera. La vida es una musculación para el Alma, por lo que los desafíos que se les ponen adelante son los pesos que deben construir nuestros músculos espirituales, si es que tenemos la fuerza para manejarlos.
Puede ser difícil estar aquí, pues la vida está llena de obstáculos, así como de retos muy desagradables y difíciles de lograr. Existe la alegría, pero también la ira, el sufrimiento y el miedo, y precisamente esas cosas negativas hacen que el juego sea más desafiante.
Muchos se preguntarán:
¿Por qué un Alma decide venir a este planeta a experimentar una vida de dolor y sufrimiento?
Existen algunas almas que necesitan vivir experiencias de alto nivel de dificultad, pues es la única manera de sanar aquellos karmas que fueron acumulándose de vidas pasadas, cuando encarnaron como seres humanos e incluso como seres de segunda dimensión. Estás les permiten dar un enorme salto cuántico en su evolución multidimensional.
Otras Almas vienen a culminar procesos o metas que quedaron inconclusas. Necesitan cerrarlos para poder transcender definitivamente a niveles o esferas más sutiles y etéreas de luz y vibración.
Las Almas tienen misiones muy especiales, cuya función principal es amar y ayudar a despertar las consciencias de quienes estamos dormidos, ya sea de forma amorosa y sutil, tal como algunos maestros de la historia de la humanidad: Jesús, Buda, Krishna, entre tantos avatares, o personas que llegan a nuestras vidas en cualquier circunstancia para obsequiarnos todo su amor y ayuda incondicional.
Otras Almas tienen como tarea despertar la consciencia de las personas de manera abrupta, tal como lo han hecho los grandes dictadores de la historia pasada y de la era presente para remover las consciencias colectivas dormidas de millones de habitantes, ya sea en poblaciones, ciudades o países, así como personas allegadas o conocidas que nos tratan con crueldad a través de la agresión física y la agresión mental tales como: maltratos directos, insultos o palabras duras y frías que hieren en lo más profundo del corazón.
En tal sentido, todas las Almas, hasta las más sabias, elevadas y antiguas están propensas a contaminarse, sobre todo cuando el Alma no se reconoce a si misma como ser de luz o chispa divina, y se apega al cuerpo físico, nuestro vehículo que es el canal de conexión con los planos de alta densidad.
Si creemos que somos el cuerpo físico, más complicado será desprendernos de todo concepto material.
La historia del hombre evidencia como grandes seres lumínicos, que de acuerdo al Plan Divino de Almas encarnados como grandes maestros, se desviaron de dicho plan cuando fueron expuestos a las tentaciones y deseos humanos.
Sin embargo, todas las Almas, sin excepción, incluso en las encarnaciones de este presente sostenido, pueden sanarse ya que son apéndices del Gran Espíritu, y por tal razón, nunca nos separamos de él; siempre estamos conectados a esa Consciencia Cósmica que es incontaminable debido a su Gran Pureza Divina y Amor Incondicional.
Todos Somos Uno
Definitivamente, cada Alma elige vivir la experiencia que está al alcance de sus posibilidades y de lograr los objetivos planificados, pero al llegar aquí, todo se olvida. El juego Cósmico o juego de Dios consiste en descubrir “Quienes somos realmente”, “Para que vinimos” y “Que debemos hacer para cumplir con nuestra misión de Alma”.
No se puede, ni se debe forzar nada; cada cual evoluciona cómo y cuándo puede o le corresponde, en su Infinito Amor. Una vez que entendamos el juego y descifremos todas las incógnitas e interrogantes, empezaremos a encontrar sentido a nuestra vida.
Por Marco Fajardo