Yo critico, tú criticas, nosotros criticamos. Criticar se puede conjugar de diferentes maneras porque nadie escapa a esa tendencia que tan profundo ha calado en nuestra sociedad. De hecho, a veces ni siquiera conversamos, criticamos. En vez de aportar nuestras ideas, nos limitamos a criticar a los demás. El problema es que la crítica termina intoxicándonos, nos ahoga intelectualmente y provoca una enorme pobreza emocional.
¿Cuándo la crítica es destructiva?
La crítica es destructiva cuando:
- Se dirige a la persona, no a su comportamiento.
- Genera sentimientos de culpa.
- No permite crecer ni aprender.
- Se basa en la «forma correcta» de hacer las cosas.
- Se enfoca en menospreciar al otro.
¿Qué esconde realmente la crítica?
En el fondo, criticamos para defender y alimentar nuestro ego. La crítica no proviene simplemente de un desacuerdo con determinados comportamiento, ideas o actitudes sino del deseo, a menudo inconsciente, de devaluar al otro, porque así aumentamos nuestro valor (o creemos que lo hacemos).
Cuando criticamos asumimos una postura de superioridad, así que la crítica se convierte en una manera para inflar nuestro ego, aunque sea de forma artificial. La crítica siempre implica un mensaje tácito: somos mejores. Desde esta perspectiva, la crítica no es más que una falta de confianza en nosotros mismos, es la expresión de la necesidad de reafirmar nuestro ego, aunque ello implique descalificar a los demás.
De hecho, muchas de las personas excesivamente críticas a menudo también han sido muy criticadas en su infancia, por lo que han asumido la crítica como un patrón relacional. Como su autoestima ha sido muy dañada a golpe de críticas destructivas, tienen una profunda necesidad de alimentar su ego. Lo curioso es que aunque criticamos para inflar nuestro ego, intentando que esa otra persona quede peor que nosotros, en realidad lo que estamos emitiendo es una imagen de inseguridad, soberbia y rigidez mental.
No podemos olvidar que la crítica siempre implica un juicio de valor. Hemos hecho un análisis y hemos llegado a la conclusión de que ese comportamiento o actitud no es aceptable, no se enmarca en nuestros patrones mentales ni encuadra en nuestro sistema de valores. Cuando comenzamos a criticar, en nuestro interior se activa un patrón de agresión y desvalorización. Lo que olvidamos en esta ecuación es que, si realmente fuéramos mejores, no estaríamos criticando sino intentando ayudar. Porque lo cierto es que con la crítica destructiva no crece nadie, ni quien critica ni quien es criticado.
¿Cómo dejar de criticar?
Dejar de criticar es difícil. Lo hemos hecho durante tantos años, así que prácticamente se ha automatizado. Además, el hecho de que las personas a nuestro alrededor critiquen constantemente tampoco nos ayuda. Es como dejar de fumar en un entorno de fumadores. Sin embargo, puedes comenzar por un día
1. Asume que el mundo es como es. Y punto. Recuerda un refrán budista: “es más fácil ponerte unas pantuflas que alfombrar el mundo”. Si algo no te gusta, criticándolo no lo cambiarás, lo que cambia el mundo son las acciones, no las palabras.
2. Deshazte de las expectativas. Tener expectativas irreales sobre el mundo hace que nos decepcionemos, por lo que seremos más propensos a criticar. Aprende a vivir menos dentro de tu mente y más en la realidad.
3. Sé empático. Antes de criticar, ponte en el lugar de la otra persona. Quizás no compartas sus comportamientos ni actitudes pero al menos los entenderás. Recuerda que criticar es fácil, caminar con los zapatos de otro es más complicado.
Por último, haz de este principio budista tu mantra: “No le prestes atención a las cosas que hacen o dejan de hacer los demás, préstale atención a lo que tú haces o dejas de hacer”.
¿Qué se siente cuando dejas de criticar?
Las personas más infelices del mundo son las que critican constantemente, las que viven volcadas hacia el exterior para convertirse en jueces, porque mirar dentro de sí las aterra. Por eso, dejar de criticar es un gran paso en el camino del crecimiento Personal. ¿Qué genarás con este cambio?
- Una enorme paz. Cuando dejas de criticar, comienzas a sentirte más tranquilo porque de repente dejas de mirar el mundo como si fueras un juez y comienzas a disfrutar realmente de las cosas bonitas que te suceden.
- Te redescubres. Si en vez de criticar te preguntas qué hubieses hecho tú en una situación similar y respondes sinceramente, descubrirás facetas de ti que probablemente ni siquiera sabías que existían. Son facetas que normalmente negamos pero que nos demuestran que no somos tan perfectos como pensábamos.
- Te sientes más seguro. Curiosamente, cuando dejas de criticar, te deshaces del influjo que las críticas de los demás ejercen sobre ti. Cuando liberas a los demás de tu aprobación, te liberas a ti mismo. Por eso, te sentirás más seguro, confiarás más en tus capacidades y te dejarás influir menos por las opiniones de los demás.
Fuente: Rincón de la psicología
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