Dentro de la Biodescodificación, hay un conflicto emocional importante que detona programas familiares para muchas de las enfermedades y es la Desvalorización. Porque si no nos sentimos importantes, inteligentes, fuertes, bellos, reconocidos, admirados, apoyados, nuestra vida dentro de la propia familia o la sociedad se convierte en un tormento.
Sentir que no somos capaces o que no somos lo suficientemente capaces para lograr o hacer algo es una historia que día con día se repite y multiplica porque así como a diario nacen bebés y no todos ellos serán valorizados como tal vez se merecerían, existen millares de jóvenes, adultos y ancianos que han sufrido desvalorización todos los días de su vida.
CONFLICTO EMOCIONAL DE LA DESVALORIZACIÓN
La desvalorización consiste en minimizarnos, sentirnos menos que alguien, más ineptos que alguien, más débiles que los demás, menos atractivas o atractivos que los demás, sentirnos tontos, poco hábiles, o incluso hasta creer que vivir no vale la pena porque no somos nada.
Cualquiera podría decir que las desvalorizaciones sufridas en una difícil o triste infancia, han quedado en el olvido. Otros más podrán decir que “no necesitan” el reconocimiento de los demás porque es parte del “ego”, algunos por allá podrán decir que “no ha sido tan duro”, pero en el fondo esa vida de desvalorización al final, claramente tendrá sus consecuencias sobre nuestra salud.
Una persona desvalorizada puede dañar inconscientemente sus ganglios, sus músculos, sus huesos, sus articulaciones y por supuesto, tejidos y órganos relacionados con éstos. Y no necesariamente es una desvalorización recibida por parte de otra persona, no es siempre un “ataque” externo; nosotros mismos podemos vivir todos los días de nuestra vida desvalorizándonos, lo que llamaríamos “auto-desvalorización”.
Si el ser humano, requiere de 21 días para formar un hábito, imaginen por un segundo cómo está el grado de Autodesvalorización de una persona de 40 años que a diario se repite:
– “Sí, soy bien olvidadiza, siempre olvido las cosas, mis amigos ya saben que siempre se me olvidan las cosas, mi cabeza no puede recordar cosas importantes, todo se me olvida, etc.”
Y sin darse cuenta, esa persona ha asumido que no es lo suficientemente inteligente ni tiene la suficiente capacidad cerebral para recordar, cuando desde un principio, esa persona pudo decirse a sí misma: “Sí, a veces olvido alguna cosa, pero muchas otras recuerdo detalles perfectamente”.
Y como esto, cientos de ejemplos más de fuerza, de capacidad, de inteligencia, de belleza, de astucia, de sentido común, de creatividad, etc. Historias de desvalorización que comienzan en casa, continúan en la etapa escolar, persisten en la adolescencia, echan raíces en la juventud y adultez, para venir a acabar con nosotros en la madurez y vejez, cuando ya tenemos las rodillas destrozadas, las manos con artritis, los músculos débiles y los huesos como corales de mar llenos de agujeritos.
Porque sentirnos valiosos es algo que comienza en casa. Con unos padres que reconocen primeramente mi existencia, mi inteligencia, mi fuerza, mi belleza, mis habilidades.
¿Cuántas madres conocemos que etiquetan a sus hijos de tontos, inmaduros, débiles, etc? ¿Cuántos padres conocemos que etiquetan a sus hijos como mariquitas, cobardes, inútiles, etc? ¿Y si yo crezco sin un padre que no quiso reconocerme tal vez porque desde entonces yo no era lo suficientemente valioso? ¿Y si yo crezco con una madre que prefirió dejarme con la abuela porque yo le obstaculizaba su camino hacia la búsqueda de su gran amor? O ¿qué tal historias de desvalorización que comenzaron incluso antes de que yo naciera cuando mi propia madre o mi propio padre rechazaron mi llegada, mi existencia?
Esas historias en donde vivimos una niñez dura, fría e indiferente. Donde para nadie fue importante si arreglé bien mi cama, si hice un bonito dibujo o si obtuve una buena calificación en un difícil examen.
Porque todo ser humano, necesita saberse y sentirse bueno, inteligente, valiente, fuerte. Necesitamos social y biológicamente sabernos y sentirnos “buenos para todo”, capaces todo el tiempo.
¿Cuántas historias entre las madres y abuelas de mujeres sometidas, totalmente desvalorizadas, minimizadas, acalladas, que tan sólo terminan rompiéndose la cadera (Desvalorización brutal afecta huesos) y muriendo porque la desvalorización fue demasiada?
Y uno diría: Pero mi madre o mi abuela fue una buena mujer. Si claro, una buena mujer, pero sin reconocimiento, sin voto, sin fuerza para defender sus ideales, para salir a cumplir nuevos sueños, sin fuerza para defenderse. Viviendo para servir no haciendo ruido, sin quejarse, sin alterarse, viviendo una desvalorización que comenzó desde su infancia en el seno de su familia y que mantuvo al unirse a un hombre que mantuvo dicha desvalorización latente.
Jovencitos hábiles para los deportes o el arte que son minimizados por sus mismos padres, que les hablan de un futuro laboral útil, de ingresos económicos como meta primordial, provocando que abandonen aquello que aman hacer y para lo que son extraordinarios. Jovencitas hermosas que ya desde su casa son llamadas gordas, tontas, feas, y que crecen sintiéndose apenas merecedoras de cariño o reconocimiento.
Sentirnos, hoy por hoy, con miedo de cambiar de trabajo, con miedo de arreglar nuestra situación sentimental por miedo a quedarnos solos. Miedo a reclamar un equivocado cobro, miedo a alzar nuestra voz ante una injusticia, miedo a hablar siquiera o a pensar.
Sentir que no podemos superar a nadie en nuestra familia, sentir que no merecemos un puesto mejor o un sueldo mejor, sentir que no hay salida, eso, señoras y señores, es Desvalorización. Porque nadie en nuestra infancia nos hizo sentir valiosos y grandiosos dentro del hogar y porque nosotros ya con dicho entrenamiento, continuamos nuestras vidas autodesvalorizándonos constantemente.
Así que analizando toda tu vida, analizando desde cómo fuiste concebido o concebida y cómo fue tu niñez, observa si de verdad eres tan malo o poca cosa como te lo hicieron sentir en casa. Analiza objetivamente si realmente no tienes la fuerza para lograr algo cuando te lo propones o fue lo que te hicieron creer desde niño o niña. Observa cuántas veces al día tú mismo de dices tonto, idiota, estúpido, inútil y cuántas veces más repites esas palabras sobre alguien más.
No son bromas. Jamás puedes decir que tu hermano te dice tonto “de broma” o que tú se lo dices a tu niño de “broma”. Recuerden que para el subconsciente las bromas no existen. Nuestro subconsciente se toma todo muy en serio.
Así que es tu deber descubrir quién te desvaloriza, hoy por hoy. Quién te desvalorizó a lo largo de toda tu vida y tú a quién desvalorizas constantemente.
Seguramente descubrirás recuerdos tristes. Momentos en los que creíste que toda la familia te felicitaría o te reconocería y por el contrario recibiste una ofensa, una burla, una crítica. Seguramente descubrirás recuerdos en los que tú sentiste haber tomado una buena decisión y todo el mundo se te fue encima haciéndote sentir el más tonto del planeta.
Todos los días, absolutamente todos los días recibimos desvalorización por parte de los demás o de nosotros mismos. Y si no estamos plenamente conscientes de grandiosos que somos, daremos entrada a problemas en nuestra salud.
Haz una carta de duelo (Carta de Liberación del Clan Familiar) y escribe en ella todas las historias de tu vida en las que te hayas sentido desvalorizado, para luego seguir con todas las veces en tu vida, en que tú mismo te desvalorizas o has desvalorizado a tu pareja, a tus hijos, a cualquier persona. Libérate de esas historias, quema tu carta, tira las cenizas y cambia.
Comienza por repetirte lo bueno que eres, lo bella que eres, lo fuerte que eres, felicítate por esa buena elección que hiciste o esa decisión que tomaste. Descúbrete reconociendo algo valioso en tus hijos, en los demás y diciéndolo en voz alta.
Comienza todos los días de tu vida, diciéndote al espejo “algo bueno de ti” y repítelo 21 días.
- “Soy la mujer más inteligente del mundo, la más bonita, la más fuerte, la más segura de sí misma”
- “Soy el hombre más inteligente del mundo, el más atractivo, el más fuerte, el más seguro de sí mismo”
Algo como lo anterior pero con tus propias palabras claro y a lo largo del día, cada que hagas algo bueno, di cosas como: “Bien hecho”, “me quedó perfecto”, “me lucí”, “qué bien lo hice”, “qué rico me quedó”, “qué bueno que lo logré”
Y poco a poco, recupera tú mismo aquel reconocimiento o valía que no recibiste en tu infancia y empodera esa valía que sabes que posees. Para que vivas sin miedos, para que veas que no hay límites y sobre todo, para que vivas saludable, pleno y feliz.
Fuente: Akasha Sanación Integral