ME PREOCUPO DEMASIADO POR TODO

ME PREOCUPO DEMASIADO POR TODO

¿Alguna vez te has sentido atrapado en un constante estado de preocupación? ¿Te encuentras anticipando situaciones negativas incluso antes de que sucedan? ¿Eres el tipo de persona que se siente más ansiosa durante los viajes o eventos importantes? ¿O tal vez esa inquietud también se filtra en tu día a día, llenando tu mente con preguntas como ¿Y si…?»?

La preocupación es una emoción natural que todos experimentamos en ciertas situaciones. Sin embargo, cuando esta preocupación se vuelve constante y abrumadora, puede interferir significativamente en nuestra calidad de vida.

Cuando nos encontramos atrapados en la espiral de preocupación constante, es probable que estemos experimentando «distorsiones cognitivas«. Estos son patrones de pensamiento que nos llevan a percibir la realidad de manera desproporcionada o sesgada. Por ejemplo, podemos caer en la trampa del pensamiento catastrófico, donde anticipamos los peores escenarios posibles, incluso cuando la evidencia sugiere lo contrario.

También es común caer en la trampa del perfeccionismo, donde nos imponemos estándares imposiblemente altos y nos castigamos por no cumplir con ellos. Estas distorsiones pueden alimentar nuestra preocupación, creando un ciclo que puede ser difícil de romper.

Cuando la pre-ocupación previa no contribuye a una mejor resolución de un problema, sino que solo nos causa sufrimiento, es crucial intervenir en esos pensamientos. Para evitar el malestar, es esencial comprender que no estamos prediciendo el futuro, sino evaluando un posible escenario. En estos momentos, puedes intentar recordarte a ti misma: «No poseo la capacidad de predecir el futuro; lo que estoy considerando puede o no suceder», y explorar otras posibilidades futuras que te permitan reconocer esto.

¿Cuándo la preocupación se convierte en negativa?

La preocupación pierde su función beneficiosa cuando empieza a dominarte, se apodera de tus pensamientos de manera constante, ocupa la mayor parte de tu tiempo, te sientes incapaz de controlarla o detenerla, y se manifiesta con tanta intensidad y frecuencia que te lleva a un estado de alerta o angustia constante.

¿Cómo reconocer que estas preocupaciones son improductivas?

  • Impiden que puedas dedicarte a otros aspectos de tu vida, como leer un libro, disfrutar de una película, participar en una conversación o rendir adecuadamente en tus actividades diarias.
  • Se convierten en el primer y último pensamiento del día, irrumpiendo de forma abrupta y persistente a lo largo de la jornada.
  • Llegas a experimentar síntomas físicos que no están relacionados con problemas de salud, sino con tu estado emocional: contracturas, diarrea, mareos, taquicardia, trastornos estomacales, migrañas, entre otros.
  • Son tan intensas que te paralizan, dejando que el miedo impida tu acción.

¿Cómo se origina?

En muchos casos, este comportamiento puede originarse en la infancia, como resultado de un entorno familiar o social que fomenta una actitud hiper-vigilante hacia el peligro o la incertidumbre. Por ejemplo, un niño que crece en un ambiente muy controlador o con padres preocupados tiende a internalizar esta preocupación como una respuesta normal ante el mundo.

El ambiente en el que crecemos puede influir significativamente en la forma en que percibimos y respondemos a las situaciones. Además, experiencias traumáticas o eventos estresantes pueden acentuar esta tendencia, ya que generan una sensación de vulnerabilidad y la necesidad de anticiparse constantemente a posibles amenazas.

¿Cómo impacta esta preocupación excesiva en la vida adulta?

Los efectos de la preocupación excesiva en la vida adulta pueden ser bastante significativos. Puede interferir en la toma de decisiones, generar dificultades para concentrarse y afectar las relaciones interpersonales. Además, puede desencadenar síntomas físicos como insomnio, problemas gastrointestinales o tensión muscular. A largo plazo, esta preocupación constante puede contribuir al desarrollo de trastornos de ansiedad más serios.

Predisposición natural a pensar en el futuro y considerar posibles escenarios. Aunque esta habilidad puede ser valiosa en muchos contextos, cuando se vuelve excesiva puede dar lugar a la preocupación crónica. Aquellos que luchan por alcanzar altos estándares tienden a preocuparse por el fracaso y por no cumplir con sus propias expectativas. Esta búsqueda constante de perfección puede alimentar la preocupación excesiva. Además, ciertas características de personalidad, como la tendencia a ser autoexigente o a buscar aprobación constante, pueden contribuir a la preocupación crónica.

Soluciones y estrategias

En primer lugar, es importante reconocer que la preocupación excesiva es una respuesta aprendida y que, como tal, se puede desaprender. La terapia cognitivo-conductual, por ejemplo, ha demostrado ser muy efectiva en el tratamiento de la ansiedad. Además, técnicas de relajación, mindfulness y la práctica regular de ejercicio físico pueden ser herramientas muy útiles para reducir la ansiedad. En última instancia, lo crucial es buscar apoyo profesional si la preocupación se vuelve abrumadora y afecta significativamente la calidad de vida.

  • Mindfulness y Meditación: Estas prácticas pueden ayudar a las personas a mantenerse en el momento presente y reducir la rumiación sobre el futuro.
  • Técnicas de Respiración y Relajación: Aprender a controlar la respiración y practicar la relajación muscular puede ser una herramienta eficaz para reducir la ansiedad asociada con la preocupación.
  • Terapia Cognitivo-Conductual (TCC): Un enfoque terapéutico comprobado que ayuda a las personas a identificar y cambiar patrones de pensamiento negativos.
  • Establecimiento de Límites: Aprender a decir «no» de manera asertiva puede ayudar a evitar la sobrecarga de responsabilidades que a menudo contribuye a la preocupación.

Recuerda, superar la preocupación excesiva es un proceso gradual y personal. Con paciencia y práctica, es posible encontrar estrategias que funcionen mejor para cada individuo. Cuando te vuelves completamente consciente de que algo no aporta valor a tu vida, le das permiso para existir, pero poco a poco va perdiendo su influencia, como una conversación que escuchas pero no prestas atención, porque la percibes como insignificante.

¿Cómo son la mayor parte de tus preocupaciones? ¿Crees que gestionas bien tus preocupaciones?

Por Aleja Bama

Acerca de Aleja

"El trabajo sobre sí mismo está en no mirar, ni juzgar a los demás, sino comprender que todo lo que está a mí alrededor, está en mi interior".

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