Los dolores de cabeza constituyen el ejemplo más típico de sufrimiento cotidiano. También de fracasos terapéuticos. Es un problema con múltiples incógnitas: agresiones procedentes del mundo exterior, trastornos internos, molestias muy dolorosas a menudo transmitidas de generación en generación.
La jaqueca, la migraña, es el típico dolor que impone al terapeuta un trabajo muy difícil. Contiene ocultos significados y sentidos no fáciles de desentrañar. En muchas ocasiones los traumas emocionales dejan huellas difíciles de borrar.
Tan sólo en los Estados Unidos se calcula que unos cincuenta millones de personas se medican debido a sus dolores de cabeza. En Francia cerca de veinte millones. En general, en los países industrializados, se calcula que alrededor de un 10% de la población padece estos trastornos. Cada minuto se consumen millares de comprimidos, de calmantes, para intentar evitar el dolor.
El sufrimiento de cada persona es diferente. Encierra un mensaje que hay que saber descifrar. Abundan los síntomas. Algunos hablaran de «un casco que oprime», otros de sensación de «cabeza vacia», de «hervor», de «clavo hundido», de «taladro», de «martilleo», de «desgarramiento», de «perforación». Nombres, todos ellos, que evocan una auténtica tortura.
Se tiene la impresión, muy real, de que el cráneo es una auténtica caja de resonancia, distendida y a punto de estallar en cualquier momento. Las arterias empiezan a latir como martillazos sobre un armazón. El cuero cabelludo se torna muy doloroso al tacto, en tanto que el cerebro se embota, se vacía. La persona queda postrada, estupefacta; la cabeza está comprimida por una atadura, por una cinta. Como si tuviese un casco, un verdadero aro de hierro. Hay que huir de la luz. No permitirse el mínimo movimiento de cabeza y sobre todo de los ojos, que se inflaman y lagrimean. El ruido de los tacones retumba en los oídos como el estrépito de un edificio en construcción.
Existen bastantes hipótesis para tratar de explicar este fenómeno. Casi todas entrañan trastornos bioquímicos de acuerdo con la imagen materialista del ser humano que impregna la medicina alopática.
Todas las especialidades del conocimiento médico han sido solicitadas: el oftalmólogo, el neurólogo, el otorinolaringólogo, el dentista, el especialista de digestivo, etc. Se han cauterizado los senos frontales, se han extraído algunos dientes, se han recetado plantillas ortopédicas, gafas correctoras. y muchos analgésicos. El problema sigue ahí. Las crisis se repiten y el consumo de medicamentos aumenta cada año.
Debido al impresionante absentismo laboral de estos enfermos, la medicina ha logrado «soluciones» rápidas. Ha fracasado en la verdadera terapia de fondo. También en la prevención. Se ha creado una fuerte dependencia de los fármacos, con la consiguiente desaparición de las esperanzas reales de cura. La ciencia sólo suaviza el dolor o lo elimina de momento. La dependencia de las medicinas hace que se pierda el sentido de la libertad y de la autonomía. La jaqueca, la cefalea, la migraña, se han convertido en una interrogación sin fin. Un 75% de los enfermos se han instalado en una cronicidad sin salida.
Terapias como la homeopatía, la acupuntura, la nutrición ortomolecular con oligoelementos, flores de Bach, etc. que contemplan aspectos energéticos y anímico-espirituales en el ser humano pueden obtener, y obtienen, buenos resultados en este tipo de patología.
Tanto los grandes maestros de la Tradición oriental como Occidental nos hablan de cómo la disfunción de ciertos órganos modifica el equilibrio del cuerpo y termina por asaltar la cabeza. Cada función expresa una realidad psicosomática.
Un corazón con normalidad funcional hace al hombre más valeroso, intrépido. Un corazón frágil implica timidez, un cierto temor de vivir y miedo a la muerte. Un intestino sano proporciona una asimilación correcta a partir del proceso digestivo de los nutrientes. También posibilita la correcta asimilación de los alimentos para el alma y el espíritu. La vejiga es el receptáculo de las toxinas líquidas. Los obstáculos en la eliminación modifican el comportamiento mental: a la excitación sucede la depresión, el humor se ensombrece, se degrada, las cefaleas y los dolores se vuelven rebeldes. El riñón se encarga del agua, de la filtración y depuración. Cuando no funciona bien puede debilitar la toma de decisiones, el espíritu emprendedor.
- José Antonio Sha-