Todo el día y toda la noche estamos pensando infinidad de cosas distintas. Pasa por nuestra mente una especie de película cinematográfica constante, aunque desconectada. Entre tantas ideas diferentes, nos detenemos a contemplar, examinar o estudiar algunas más que otras.
Por qué nos han estimulado el sentimiento. Nos han producido un sentimiento de temor o de antipatía, de simpatía o de lástima, un sentimiento de agrado o de desagrado, no importa. El hecho es que por aquel sentimiento, la idea nos interesa, la repasamos más tarde, tal vez la comentamos con alguien.
Esto es meditar, y lo que así se medita pasa al subconsciente y se graba allí. Una vez que se graba una idea en el subconsciente se convierte en un reflejo. Tú sabes que cuando el médico te da un golpecito en la rodilla, tu pierna da un salto.
Te han tocado un punto sensible y has reaccionado ¿no? En esa misma forma, cada vez que ocurre en tu vida algo referente a una de las ideas que están grabadas en tu subconsciente, el reflejo reacciona en la forma exacta en que fue grabado.
Tú adoptas una actitud de acuerdo con el sentimiento original que sentiste cuando primero pensaste en aquella idea. Los metafísicos llamamos a esto un concepto, o sea, una creencia, una convicción. El subconsicente no discierne. No decide nada, no opina ni piensa por sí solo. No tiene poder para protestar, no tiene voluntad propia. Esas no son sus funciones. Su única función es la de reaccionar poniendo a la orden el reflejo que se le ha dado.
Él es, en este sentido, un maravilloso archivador, secretario, bibliotecario automático que ni descansa ni falla jamás. Tampoco tiene sentido del humor. No sabe cuándo una orden ha sido dada en chiste o en serio. De manera que si tu nariz es algo abultada; y si tú, por hacer reír a los demás, adoptas el chiste de llamarla mi nariz de papa rellena, por ejemplo, como el subconsciente es un servidor exacto, no tiene sentido del humor y sólo sabe obedecer incondicionalmente, tratará por todos los medios de cumplir la orden que le han dado en tus palabras y tu sentir y verás a tu nariz parecerse más y más a una papa rellena.
La palabra Metafísica quiere decir más allá de lo físico, o sea, la ciencia que estudia y trata de todo lo que está invisible a los sentidos físicos. Te da la razón de ser todo lo que no comprendemos; de todo lo misterioso; de todo lo que no tiene una explicación evidente; y es exacta.
Ahora verás: ¿Recordarás tú la primera vez que oíste mencionar la palabra catarro? ¿No lo recuerdas, verdad? Eras muy pequeñito. La palabra la dijeron tus mayores. Te enseñaron a temerla. A fuerza de repetirla te instruyeron a comprenderla, te dijeron que no te mojaras los pies, que no te pusieras en una corriente de aire, que no te acercaras a alguien porque tenía catarro y se te pegaba, etc., etc. Todo lo cual se fue grabando en tu subconsciente y formando allí un reflejo.
No tuviste jamás que recordar las advertencias de tus mayores. El daño estaba hecho. De allí en adelante, tu subconsciente te ha brindado un catarro (el mejor que te pueda obsequiar) cada vez que te has colocado en una corriente de aire, cada vez que se te han mojado los pies, cada vez que te acercas a un acatarrado y cada vez que tú oyes decir que anda por allí una epidemia de gripe o de catarro.
Por culpa de tus mayores, por lo que has escuchado decir a los demás; por lo que has leído en los periódicos y en los anuncios, en el radio y televisión, y sobre todo porque ignoras la verdad metafísica de la vida, has aceptado estas ideas erróneas y se convirtieron en reflejos que actúan sin premeditación tuya, automáticamente, y que son causa de todos los males que te aquejan en el cuadro de tu vida.
Tienes un cargamento voluminoso de ideas ajenas que afectan todos los departamentos de tu vida, tu cuerpo, tu alma y tu mente. Advierte que si no lo hubieras aceptado; si por el derecho que te da tu libre albedrío de escoger, aceptar y rechazar, no hubieras aceptado lo negativo, no hay germen ni virus ni poder en el mundo que
hubiera podido atacar ni convencer a tu subconsciente para que actuara de ninguna otra forma que aquella que tú le diste. Tu voluntad, negativa o positiva, es el imán que atrae hacia ti los gérmenes, las circunstancias adversas o las buenas.
Como ya hemos dicho, tu actitud negativa o positiva ante los hechos, determinan los efectos para ti.
Extraído del libro “Metafísica 4 en 1” de Conny Méndez